“Irse de todos los lugares. Eso es ser travesti”. En ‘Las malas’ (TusQuets, 2019), Camila Sosa Villada narra la vida de un grupo de travestis en un gran y oscuro parque de Córdoba (Argentina). Con un lenguaje tan lírico como crudo y duro, nos trae la historia de la protagonista, la propia Camila, y su familia (la real y la postiza) de mujeres olvidadas que ya no tienen nombre. “¿Pensaron alguna vez que la poesía podía tener una forma tan concreta?”.
Esta historia se construye con las historias de La Tía Encarna, que más parece una madre para todas; de La Machi y sus hechizos; de Sandra, de La Pato, de María La Muda, de El Brillo de los Ojos, de Natalí, de Angie… y de muchos de sus amantes y victimarios: de sus clientes. Esos que las hacen llorar si las tratan con respeto pero que a la mínima de cambio las pueden drogar (más de lo que están) para violentarlas hasta cotas inimaginables de crueldad.
Se trata de una novela que encoge el pecho, que conmociona porque sabes que lo que lees es real. Llámalo autoficción, llámalo saldar cuentas, pero es la historia de esta mujer que nació chico y que sufrió lo innombrable por ello. Un padre borracho que la odia y que ya la manda a la prostitución, una madre triste, un buscarse la vida como puede en el Parque Sarmiento después de haberse inventado el travestismo en un pueblo remoto. Es, sobre todo, una historia de comunidad: juntas, las travestis son más fuertes. Las travestis se cuidan, se protegen, se enseñan, se ríen y, también a veces, se pelean cual gatas rabiosas. Gracias a la comunidad sobreviven. Sin ella, mueren (a veces literalmente).
El libro es duro e impactante, lo que ni mucho menos quiere desalentar la lectura. “No sabemos portarnos bien o mal, vamos por el mundo con toda nuestra vida encima”. Habla de miseria, de drogas, habla de violencia, de ‘el bicho’, habla de muerte: “la muerte ha estado siempre a mi lado desde que nací, lleva mi nombre tatuado en su frente, me da la mano por las noches, se sienta conmigo en la mesa y respira a mi compás”. Habla, también, de gente mala: “El desprecio con que nos miraban. La manera en que nos insultaban. Los piedrazos. Las persecuciones. El policía que había orinado en la cara de María La Muda a punta de pistola”.
‘Las malas’ habla de una historia concreta en Córdoba pero algo me dice que lo que cuenta son todas las historias. Me ha recordado a esas travestis que he visto tanto en el Parque del Oeste de Madrid (ese que iluminaron para echarlas, tal y como hicieron en la ciudad argentina). Me ha recordado a mis ganas de hablar con ellas. De saber de ellas. A las caras de asco cuando lo contaba. Me ha recordado a mi miedo a hablar con ellas. Y a que nunca llegué a hacerlo.
No es un libro eminentemente triste pero sí es triste gran parte de lo que cuenta. Hace valorar la alegría y el cariño pero lleva consigo rabia, mucha rabia: habla de existencias tristes condenadas por sociedades que no han sabido mirar lo que tenían enfrente. Es un libro que hace cuestionarse muchas creencias y no llegar a ninguna conclusión. Es un libro bello. Bellísimo.
Es un libro hermoso y crudo... Recuerdo mis ganas de llorar todo el rato