Solo quería bailar, de Greta García en Tránsito Editorial
Habrá quien crea que es incómoda, quizá obscena, pero es una novela que se siente, se huele. Es una novela asombrosamente bella.
Pili solo quería bailar. Y el sistema se va a enterar. En Solo quería Bailar (Tránsito, 2023) asistimos al relato en primera persona de Pili, una bailarina sevillana que acaba jarta y se vuelve terrorista para acabar con las injusticias del sistema. Así tal cual. Y quién puede juzgarla.
Durante toda la novela sabemos que Pili escribe desde la cárcel, y sabemos que perpetró un atentado porque nos lo dice la propia contraportada del libro, pero aún así su narración de los hechos, sus recuerdos, sus giros, nos hacen estar pegadas a las páginas sin parar de leer y deleitarnos con lo que nuestros ojos ven, nuestros dedos sienten, nuestras narices llegan a oler. Quizá haya quien, como he leído por ahí, pueda interpretar este texto como incómodo u obsceno. A mí me ha parecido tremendamente bello.
Porque Pili tiene mucha mala leche y eso se nota (y sí, se disfruta) a cada momento. Es un placer leer un libro tan poco común y que nos lleva a lugares tan poco transitados… y tan humanos a la vez. Diría que es un libro fresco y renovador, aunque son adjetivos tan manidos que parece que pierden su significado. Greta García nos lleva a vivir con Pili sus frustraciones, sus alegrías, sus calentones —en todos los sentidos—. Y es un viaje alucinante.
Alucinante porque en el drama y el grito están el humor y la comedia. Como la vida misma. Te sorprendes a ti misma cuando acabas riendo después del relato tan normalizado del día en que el profesor de ballet le dijo eso de que “una etapa de anorexia no le viene mal a nadie” y ella decide “ser la anoréxica namber uan”.
García nos habla de clases sociales, nos habla de (auto)exigencias para encajar, de falsas culturas del esfuerzo que a quien premian es a los nepobabys, de —mucha— precariedad, de sexo, de amor. Y lo hace tan real, con un lenguaje tan pulido, que no deja de sorprender.
Y sí, hablo de lenguaje pulido aunque el libro esté escrito “en andaluz”. Y entrecomillo esto último porque como andaluza de Granada sé perfectamente que el andaluz no existe, pero entiendo que de Despeñaperros para arriba necesitan clasificarlo así. Una amiga ‘del norte’ me cuenta que necesitó varias páginas para adaptarse a la escritura, y eso me parece bien. Esta normalización ‘neutra’ a veces nos hace olvidar que España son muchas Españas, y que esto no es que esté bien, es que está muy bien.
En fin, a ver quién puede leer este libro y no querer acabar con todo. A ver quién no ha querido acabar con todo alguna vez. La única diferencia es que Pili sí que lo hizo —lo intentó—, y está aquí para recordárnoslo de la mejor de las maneras posibles.